Se queman los montes, los parajes naturales, se queman las viviendas de campo, los animales, los senderos de miles de años que rodean nuestro paisaje. Y se queman las vidas de mucha gente que mantienen su entorno como forma de vida. Se quema todo.
Y cada año de nuevo lo mismo. Es verdad que los incendios se apagan mayoritariamente en el invierno y que es ahí donde hay que resolver el cuidado y las atenciones de los montes que nos rodean y en el que llevamos viviendo generaciones y generaciones desde hace miles de años.
Y en los últimos años el fuego, sin embargo, solo sirve para peleas de políticos de las que estamos tan cansados y que no solucionan nada de nada.
Los incendios queman. Y mucho, tristemente mucho. Pero los incendios también queman, también nos queman. Y demasiado.

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