Un día, después de mi reincorporación tras mi etapa en la vida política de mi pueblo, entre los trabajadores se planteó la posibilidad de celebrar nuevas elecciones sindicales que representaran, como es normal, los derechos de los trabajadores frente a los intereses de los políticos, sean quienes sean y bailen como bailen.
Poco interés había por el departamento de administración donde llevo a cabo mis tareas. Poco, casi ninguno. Pero había que estar. Hay que estar. La lucha siempre es lucha cuando los que no nos quieren los tenemos enfrente. Así toca, sea como sea y desde el arista que sea.
Finalmente se presentó una compañera que, aunque no muy entusiasmada, sabía que tenia el deber. Salió electa. Poco mas de un mes duró hasta que abandono por el desencanto. Le sucedió otra compañera que estaba de número dos en esa lista y ahí tomo sus responsabilidades. Otra vez duró pocos meses hasta que tuvo que abandonar por cuestiones de baja y salud. ...Y quién era el tercero en la lista que nunca jamás saldría elegido por los siglos de los siglos?. Exacto, el mismo.
Y desde entonces, aquí estoy. Intentando aportar un granito de arena a la tarea de la defensa de los intereses de los trabajadores, de los compañeros y de, al final, la clase obrera. Porque la clase obrera no podrá de dejar de luchar nunca. Cuando deje de luchar, dejará de ser clase obrera. Y lo mismo de obrero es un autónomo, un guardia civil que presta sus servicios en la frontera con Gibraltar, un soldador en una parada de refinería o un servidor público de cualquier administración oficial.
En efecto, lo tuve que asumir desde la reserva, porque nunca iba a salir electo en una primera instancia porque esas cosas se suponen. Luego, ya la continuidad te obliga por la moralidad de las circunstancias. Sin embargo ya vamos para mas de 5 años y seguimos en la brecha. Porque a los que hay que defender tienen derecho a tener una voz frente a la supina creencia de quienes creen tener la razón y no se pondrán nunca en nuestro lugar, sencillamente. Lo que aún asumo.
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