Y creo que es una muy buena noticia. El asesino de Federico García Lorca, Blas Infante y mas de 45.000 paisanos andaluces en aquellos terribles años de oscuridad y de dolor, de injusticia y de terror no podía seguir por mas tiempo en un templo donde se condena la muerte cruel y asesina.
Las cunetas, mientras tanto, en Andalucía y en España siguen repletas. Llenas de cuerpos desconocidos que un día - o peor, una noche - recibieron un tiro de gracia en la penumbra del muro de un cementerio y los vejaron solo por ser de otro color, de otra ideología, de otro sentir.
No pienso que la venganza sea solución de nada, nunca. Pero esos nietos tienen todo el derecho del mundo a saber donde están los restos de sus abuelos, de sus padres de sus bisabuelos. Y darles un entierro digno. Para eso, las cunetas deben estar vacías. Vacías para reparar la injusticia del nunca jamás.
(Fotografía de El País)
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