Y esto nos viene muy bien en muchos sentidos, pero el principal es el del llenado de nuestros pantanos, mantener el suministro de agua para los ciudadanos y al mismo tiempo, ayudar a nuestras tierras a que sigan con las buenas cosechas que la fértil provincia mantiene desde hace miles de años.
Agua, agua bendita. Ahora la cuestión es que también las empresas suministradores de agua, las mismas que tienen la obligación de almacenar el agua y luego repartirla para a su vez cobrar esas facturas enormes que nos cobran, deben saber cuidarla para que no nos falte como en aquella célebre sequia del 95 del siglo pasado de la que aún se acuerdan algunos.
El agua, de cualquier modo, siempre es bendita.
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