47 años hace que esa "bala traidora le quitó la vida", como cantaran los de "Raza Mora" en aquel Carnaval del 77 en el Gran Teatro falla para la inmortalidad. Inmortalidad como la de Manuel José García Caparrós en aquella esquina de la Alameda malagueña donde nada pudieron hacer por salvar su vida.
Han sido 47 años para reivindicar una y otra vez nuestra tierra, nuestra bandera, nuestros sentimientos y al propio García Caparrós del que todo el mundo sabe quién fue el que disparó la terrible bala -Carmen Burgos también lo sabe- mientras el gobierno de todos los partidos, da igual, no han querido hacer público todos los documentos de lo que pasó aquel fatídico 4 de diciembre.
De Manuel José tenemos todos el sentimiento de que entregó su vida como lo hiciera Blas Infante, por el presente y el futuro de todas las generaciones que vendrán en nuestra tierra. Por mucho que arranquen la placa de memoria histórica colocada por el Ayuntamiento de Málaga en el lugar en el que lo acribillaron, Caparrós estará en el símbolo de nuestra verdiblanca hasta la eternidad del infinito, el "...el lucero" mas grande del infinito.
Salud y andalucismo, que diría yo.
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