viernes, 10 de abril de 2020

Agarraditos de la Mano

Yo no debía de tener mas de 5 o 6 años. Era un pequeño renacuajo de esos que empiezan a conocer la luz de la vida y de su propia infancia.

Recuerdo que era un día esperado en la casa familiar de Puente Mayorga donde yo me quedaba mas tiempo que en la propia de mis padres de La Línea que cambiaron varias veces de ubicación. Ya me había bañado en el viejo tiesto de latón que servía en la casa como ducha familiar y me sentía nervioso porque sabía que algo extraordinario iba a suceder...

Casi ni comí. No comía porque los mismos nervios que he sentido hasta de mayor ya me atacaban el estómago y casi todo el cuerpo. No se que sucedía, pero era un día especial, lo presentía.. Uno de esos días especiales del año que uno nunca sabía como llegaban...

Mi tio Manuel, "Tito Manolo" me miró fijamente, me peinó con un poco de gomina de la misma que el se echaba y me cogía bien de la mano. "...vámonos, que llegamos tarde", me decía.

Y de ahí casi corríamos al Cruce de Puente Mayorga, justito frente a la "Venta Pérez" en la que entonces paraban los autobuses que hacían el recorrido de La Línea a San Roque. Teníamos que ir temprano, muy temprano. A las tres o como mucho las cuatro de la tarde porque corríamos el riesgo de que los buses no nos recogieran en la parada "del Cruce" porque iban llenos hasta los topes y no cabía nadie mas. Era Viernes Santo. y Los Viernes Santo siempre se llenaban los autobuses demasiado...

Pero si, este paró. Nos subimos como buenamente pudimos y ahí fuimos con destino a la Alameda de San Roque, justo donde estaba el Policía Municipal de entonces. Me acuerdo de la cara de Delgado, padre de Agustín Delgado o del Chiquilín, que por aquellos tiempos prestaba servicios. Nos bajamos en la "ultima parada" y de ahí, calle arriba por San Felipe hasta la Plaza de la Iglesia, donde se alza la histórica Santa María la Coronada.

Después de mas de una hora ya me dolían las piernas. Pero entonces, era solo entonces cuando sonaba el himno, un  clarinete y se abrían las enormes puertas de la iglesia para ver salir "los pasos de los santos" que luego recorrerían todas las calles del casco histórico.

Hace 50 años de aquello. Tío Manuel ya se fue hace años en una mala racha de despedidas familiares y como el me cogía de la mano así le cogí yo de la suya cuando se fue en ese mismo instante.

Su recuerdo no se pierde. Como tampoco desaparecen aquellos años que me llevó a la "Magna" sanroqueña que luego humildemente ayudé a nominar como de Interés Turístico Nacional de Andalucía.

La memoria viva de los pueblos, de las personas y los lugares. La fragancia de las cosas y lo enterno siempre de un Viernes Santo Sanroqueño. Aunque este año sea tan especial... siempre en mi memoria.