viernes, 31 de enero de 2014

La Buena Sangre

La llegada a la farmacia es el mismo ritual de casi todas las semanas. Tomar la medida de la tensión y, cuando corresponde, tomar los niveles de colesterol, glucosa y triglicéridos. Cuando se tiene determinada edad y se han tenido problemas renales o de hipertensión, estas son algunas de las obligaciones de quienes ya no somos tan niños. Aunque seguimos sonriendo nuestra juventud, que leches!
Jose, el técnico de farmacia es un buen profesional que le viene de casta porque su padre también fue farmacéutico durante muchos años. Este buen profesional me cogió el brazo, sacó la aguja, la tira, el canutillo de cristal y la máquina y a sangrar para tomar la medida de la sangre, de mi sangre. 
Este tipo de control es una buena costumbre para quienes ya tenemos ciertas limitaciones en las comidas, en las bebidas y poco mas. El resultado fantástico. Esta vez mejor que en otras ocasiones. Algo menos de 140 mg/dL en glucosa y 150 mg/dL en colesterol. Bueno, razonable. "Tienes buena sangre, José Antonio, tu tienes buena sangre", me dice el amigo farmacéutico, acostumbrado a tomar medidas y presiones a los habituales de la farmacia. "Siempre he tenido una buena sangre, amigo. Y lo digo desde la sinceridad y la humildad. Nunca he sido mala gente ni he tenido mala sangre, esa es la verdad", le contesto entre lo jocoso y la broma, agradeciendo el resultado tan amable.
Hoy ha vuelto a sacar el diario "EuropaSur" unas afirmaciones con un poquito de mala uva, con una redacción casi persecutoria de la periodista(?) Yolanda García Tena sobre la batalla cruel que mantiene conmigo el concejal Jesús Mayoral Mayoral. Todo eso, sin contraste de opiniones, sin preguntas a la otra parte y sin dar oportunidad de defensa del contrario. Viva el periodismo del bueno.  Y también viva el Vino!.
Que pena que estos dos personajes, que estoy convencido están confabulados entre ellos, no tengan -con toda seguridad- los mismos niveles de buena sangre que a mi me ha sacado esta mañana el farmacéutico.

martes, 14 de enero de 2014

La Dura Batalla

Hace mucho frío fuera, bastante frío en el corazón de la London City a esta hora de la mañana. El reloj clásico marca las 6.48 de la mañana y en la vieja estación de Bridge el indicador dice que estamos a 4 grados bajo cero.
Las chicas van al trabajo, las dos. Como el hombre del perro atado, el de la bicicleta doblada y reducida y la señora del librote enorme que se pone a leer nada mas sentarse en una de los asientos que quedaban libres.
Vicky tiene 21 años y es azafata en una compañía de vuelos del aeropuerto de Gatwitck, donde trabaja desde hace a penas dos años y donde también lo hace su novio, con el que se quiere casar dentro de unos añitos. Ha empezado con la cara, se ha empolvado bien el rostro, primero con una crema fijadora de color carne que le cubre el grano, parte de las ojeras y una amplia frente que le separa su bonito cabello de las cejas de los ojos. Luego se echa una nueva crema que le deja la piel mas brillante y seca a la vez. Ella quiere ser mas hermosa de lo que es y no es fácil. Pero sigue esforzándose como si se tratara de cuidar a la mas importante clienta que subirá en unos minutos a su avión.
Continua Vicky con los ojos y abre la barra de rimmel para darse un toque en las pestañas enormes que tiene y dejarlas algo mas abiertas. Sigue con el cabello, dándose frotaciones hasta hacerse una, dos y luego tres trenzas hasta mezclarse el pelo con una increíble habilidad, solo con la ayuda de un espejito pequeño que pone en la sobremesa y deja abierto con la solapa para que mantenga el equilibrio.
Acaba con las manos, se echa un gel que frota entre sus dedos y la palma de sus manos para que le abra mas los poros y le sirva de exfoliante en el poco tiempo que dure su trayecto hasta el final del tren...
Teresa ha subido al tren a la misma hora que Vicky y es algo  mayor. Poco le quedarán para los 25 a esta guapa inglesa que es redactora de un magazine inglés y donde también hace otros trabajos porque la pequeña crisis que ha azotado al país le ha hecho que la jefa le pidiera que hiciera multitud de tareas en una redacción en la que no todos los días llegan noticias. 
Teresa se mira en el pequeño espejo que guarda en el bolsito de los apaños de las mujeres. Pronto entiende que tiene que empolvarse la cara, se fuerza en agitar la gran brocha que tiene cabellos suaves y que le fija algo de intensidad a los pómulos y la frente. Se tapa con una cremita las ojeras como parte del exceso de amor de anoche con su compañero para dar paso a las uñas, otra vez, que se las deja limpias, con un gel de sujeción y luego con un rojo oscuro, casi marrón, que le viene a juego con los enormes botones del chaquetón que le abriga en el camino.
Teresa se escurre sus finos dedos por el cabello, a modo de peine enorme que le dejan bien organizada la melena graciosa que soporta para coger su pintalabios, del mismo color que sus propios labios pero mas brilloso. Se frota como si de una mano fuerte se tratara hasta conseguir dejarlo bien fijados y mas hermoso, si es que es posible.
Una se baja en el tren que va para Gatwick en la penúltima de las paradas. Vicky aguanta el ruido del motor hasta el final. Hemos llegado.
Ahora empieza, a pocos minutos mas de las 7.30 de la mañana una nueva jornada. Igual que yo, que le he observado a ambas y observado sus preparos para un día de batalla. De dura batalla por la vida y con todo su entorno.
El día empieza con esta dureza. La misma que cada día. Seguro que les irá bien.