lunes, 2 de septiembre de 2024

De la Muerte



     Fue y sigue siendo un tema tabú del que no nos gusta hablar, al que le tenemos miedo y muchas veces terror. Pero es una realidad tan simple como que en estos momentos estoy escribiendo este texto y que es así, sin mas.

No recuerdo con clara nitidez desde cuando conozco la muerte como tal y, sobre todo, desde cuando puedo entender lo que significa. Recuerdo que en la Calle Rodríguez López de Puente Mayorga donde nací y me crie ya hubo alguien de la familia Bermejo que falleció en esa calle, esquina con Avenida del Mar. Y recuerdo el luto, las flores, los llantos y las campanas de la iglesia, poco mas. Tuvo que ser a finales de la década de los 60 del siglo pasado.

Luego vinieron ya los mas cercanos. Mi abuelo José, allá por el 1971 y mas muertes en un entorno entre familia y conocidos o gente mas o menos cercana que un día vivía y al  otro se marchaba a la eternidad. Así de directo, claro y sencillo.

Mi madre también me enseñó el acercarme a la muerte. De pequeño me llevaba de la mano al cementerio a ver de lejos la tumba de mi abuela Adela -mi abuelo Antonio nunca supe donde estaba y un día lo sacaron y lo depositaron en un boquete con mas restos- y algún primo que se nos fue demasiado pronto. Y los espacios donde descansaban mis abuelos paternos también.

Me acuerdo de un compañero del Colegio Buenos Aires de La Línea de la Concepción,  familia de Federico -el de Las Palmeras- que falleció muy pequeñito de esa cosa tan mala, quiero recordar que se llamaba Gregorio Espada Rojas. Entonces ya empecé a cuestionarme porqué los niños y niñas tan pequeños también se iban tan pronto... no entendía pero comencé a saber.

Luego ya te haces mayor y la cosa sigue desde aquellas despedidas como la de Antonio de Sola, en pleno mes de agosto, sin estar enfermo con casi 90 años hasta Paco Carrasco con a penas 46 años hasta Marianita en el incendio del hotel de Zahara o tantos y tantos que se marcharon de una u otra forma.

Hasta que ya la muerte te toca mas cercana, mucho mas cercana. Mi madre con solo 62 años en una mañana de frío marzo o mi padre con 71 años en una cama durmiendo un sueño del que ya no se despertó mas. Hasta el hermano Jorge que nos dejó helado el corazón al marcharse con 42 años y hace menos de un mes Javi, el hermano divertido de la familia que también nos ha dejado huérfanos a todos; viuda, hijos, hermanos, sobrinos...

La muerte que nos separará de la vida que hemos vivido. El momento de esa división entre lo activo y lo inmóvil. Lo difícil de aceptar que ya no se está ni se estará mas. Que, como tan bien dijera Machado, nos iremos como llegamos, desnudos y con las manos vacías, sin mas ni menos. Es decir, sin nada.

Por eso no puede ser un tópico eso de vivir al día, eso de besar con pasión y de conocer lugares con amor. Que debe ser vivir recordar a los que se nos fueron con dignidad y pedirles que nos esperen en ese rincón del largo infinito en el que se cruzan acordes de Paco de Lucía, las tonás de Camarón, algunos pasodobles de Martín y música del mundo de todos los tiempos.

Así la estoy yo esperando para que llegue a visitarme un día de estos, no se cuando. Y no le tendré miedo. Y hasta la sonreiré con un gesto de mueca en mis labios, diciéndole casi en silencio, aquí estoy para lo que quieras hacer conmigo.

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