El Remolino

Desde hace años, que vino en la calle Vallecillo Luján, en San Roque, se me amontona de vez en cuando un montón de papeles y cartuchos vacíos en la puerta de la misma casa. No se. Es algo natural que ocurra sobre todo cuando el levante pega un poquito mas de lo normal en el paisaje que nos rodea.

Siempre le he achacado a la cosa lo natural de los vientos, de la circunstancias de estar en la mitad de una vía empinada que llega a la Plaza Espartero, esa misma que un día fue la Plazoleta de Los Caballos. Al día siguiente, cuando entra el poniente, todo se disuelve y no sucede nada que me llame la atención a este respecto. Me vuelvo a acordar en los días de levante como hoy.

Y pienso yo, por pensar algo en estos días en los que el otoño nos enseña sus orejillas entre clases con olor a lapiceros nuevos, mochilas por estrenar y el olor de las castañas que están a punto de llegar, que puede que sea por eso de que a veces se nos cataloga, se nos encuadra, se nos enroca la cosa de una manera que luego cuesta trabajo eliminar. Hoy no hablo de asuntos personales ni siquiera periodísticos. Hablo de política. Y muy pronto explicaré mejor que quiero decir. Aunque, afortunadamente, ya muchos lo saben.