martes, 6 de junio de 2017

La Vida Bella

A estas alturas ya uno va descubriendo de que va la cosa. Es verdad que nunca se aprende hasta el último suspiro de cada ser humano, como es verdad que cada uno es como nace y como se educa en los primeros pasos de la vida. Esa permanencia en lo terrenal que va de familia -lo primero-, de salud de las personas, de amistades y de luchar de modo constante y permanente. Lo cotidiano es vital para la supervivencia y en ello nos va la rutina, lo lineal, lo sencillo. Con brotes de locura en muchos momentos, el hombre siente apego por la normalidad y por el cumplimiento de lo habitual. Pero la vida es bella. No es el título de una peli de las de siempre ni un clásico libro que es súper ventas en las mejores librerías. La vida es bella por definición. Es verdad eso que decimos de que a veces los humanos la estropeamos, nos la complicamos y la despreciamos. La vida es bella para disfrutarla y hacerla normal, sencilla, hermosa. No siempre nos sale bien la jugada, a veces perdemos. Pero si, yo soy de los que busco esos momentos que nos dan golpecitos de felicidad. En esa copla del Maestro que nos llega al alma, en esa cara pintada con dos coloretes, en esa Señora que portan majestuosos los mejores costaleros del mundo cada Miércoles Santo, en ese ron que me llega al alma en La Habana, cuando tengo oportunidades de compartirlo. En esa música que nos hace gozar, en esa compañía que nos emociona y nos da sonrisas, en ese baño en las mejores playas del mundo, en ese atardecer en el malecón gaditano junto a esa Caleta a la que le cantan tanto los poetas, de Cádiz poetas. Busco las gotas de felicidad en la lucha por saber que mi pueblo esté regido por las mejores manos y la mejor cabeza, en que pueda caminar descalzo por la orilla de la playa y que pueda ver a los amigos de siempre, esos que siempre te aterciopelan el alma de una punta a la otra. La vida es bella para tomar una buena copa de vino español, para reír a carcajadas y charlar con la familia en esas conversaciones eternas que tanto enriquecen la mente. La vida me la bebo a sorbitos cada mañana cuando suena el puñetero despertador y arrancamos una nueva hoja del calendario. Hoy, como ayer, me importan poco las fechas y los días. Da igual el día que sea para ser feliz y comerme el mundo. Porque se que cualquier día también será bueno para dejar de existir.

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