Cuando éramos niños y nos llegaba el olor de las castañas hasta nuestros dormitorios, ya sabímos que estaban asando estos frutos en la esquina de la calle frente a la casa de los padres. Era una señal.
Cuando veíamos que en la Panadería de Sabe empezaba a salir humo por la chimenea de la tienda al anochecer sabíamos que la familia empezaba a fabricar el bendito pan que nos alimentaba y de cuyos bollos nos acordamos hasta nuestros días.
Cuando un papa fallecía, a renglón seguido se reunía toda la curia en el Vaticano durante unos días para elegir al nuevo papa. Cuando esto ocurría, un humo blanco - que no negro - salía por la chimenea papal para decir al mundo que "...habemus papam".
Cuando en víspera de una guerra vemos que en las embajadas -sobre todo en las mas interesadas- se están quemando documentos, sale una columna de humo porque se está destruyendo material determinado, la guerra va a empezar de inmediato.
Y así ha sido. Tristemente hay humos. Humos buenos y humos malos. Malos humos.
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