No siempre es fácil aceptar los "arañazos" del corazón que te dejan las partidas inesperadas, de familiares o amigos, con los que sabes que no vas a cruzar ninguna conversación más, ningún beso mas, ningún guiño mas que deje la vida...
La experiencia de lo vivido te deja muchas veces en la serenidad de una barquilla que deambula por una gran charca de aguas cristalinas y serenas. Piensas es las veces que la vida te ha regalado momentazos, amigos de verdad, gente que te quiere, paisajes increíbles, playas inmensas, arenas doradas...
Los libros, esos amigos inseparables. La música, ese sonido mágico que nos embruja tantas veces. Las imágenes o el teatro del que uno viene disfrutando desde temprana edad te dejan huellas de la propia vida y de los personajes que a veces encarnamos y otras veces vivimos como propios los seres humanos.
La familia, esos de sangre a los que adoras. Algunos mas cercanos, otros mas lejanos. Como en todo en la vida. Esos que llevan tu seña de identidad y que son los orígenes de lo que vas dejando en el camino como una semilla que siembras para las nuevas generaciones que nos pisan los talones...
La brisa en la cara, si. La misma brisa que te curte la piel, que te da ese color suave de paz, de logros y de frustraciones. De querencias y de pasiones que nos llevan a veces volando por los pasillos de la ciudad llamada vida. La brisa que nos estará pegando como un lindo masaje de cristal siempre, incluso después de que hayamos consumido el último de los alientos.
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