Guadalmesí

En la carretera 340 de siempre, de Algeciras camino a Tarifa y a la altura del célebre “kilómetro 90” hay una desviación que, después de recorrer unos parajes increíbles, collado incluido, llegas a una torre, a pié de playa, conocida como la Torre de Guadalmesí, el río que besa sus pies y que inunda toda la garganta de campo tan impresionante de paraje natural que se integra en el Parque Natural del Estrecho que preside mi amigo y ex-presidente de la APCG, Ildefonso Sena.

También otro recorrido; mas atrevido y salvaje. Camino de Getares, en Algeciras, por la carretera “de los Yanquis”, camino de Arenillas, pistas de campo y de costa te hacen tropezar con perdices, ríos y caños salvajes, animales sueltos, árboles caídos y poca mano del hombre. Pero, al final, el paraíso muy cerca de nosotros.

Recorrí estos caminos, después de mas de 40 años, el pasado Jueves Santo, junto a unos amigos que me habían invitado ya en varias ocasiones. Y fue un chapuzón de brisa, cielo azul, mar infinito, verde hasta en el mar, gargantas, precipicios y al final Guadalmesí. Este fue el primer destino profesional de mi padre hace tantos años. Y allí viví un año de mi vida, junto a Javi, mi hermano y mis padres. Aún no habían nacido el resto de mis hermanos. Después nunca volví, por lo que no guardaba el aroma de aquellos años de mi más joven infancia.

Y tengo que reconocer que, además de la emoción de lo que esos caminos suponen, abuela Isabel incluida, me ha encantado el paisaje, el terruño, el trozo de escala natural que todo esto supone en una comarca que precisamente es tan querida como a veces desconocida.

Me quedé con una emoción que repetiré, junto a mi familia y amigos, porque esto merece la pena. Tan cerca y tan lejos a la vez. Por cierto, gracias a Rober y a Luís. Ellos han hecho posible el pequeño milagro después de casi 44 años.