jueves, 5 de enero de 2017

Los Reyes Viejos

Hace muchos años, cuando la niñez se desnudaba en nuestros rostros y casi empezábamos a conocer los detalles de lo que la vida nos iría ofreciendo, a un servidor le trajeron aquel Exin Castillo con el que construía fantasías, torres o murallas y ese enorme camión de plástico que los buenos de mis padres, Reyes Magos de mi casa, habían comprado con el esfuerzo de un miserable salario que les servía para mantener a los seis hijos de la unidad familiar. Ha llovido un poco desde entonces, es verdad. Pero los Reyes de Oriente siguen llegando cada tarde y noche del 5 de enero a visitarnos y a traernos lo que nos hayamos merecido por el comportamiento y las faenas de cada uno del año anterior. Es la noche de las magias en una llegada de sus majestades, aunque uno ya no crea ni en los de verdad que leen discursos cada cuatro año a la apertura de una legislatura. Pero también es verdad que hay tradiciones bonitas y simpáticas que no nos cuesta trabajo mantener y que llenan la cara de sonrisas e ilusiones a, sobre todo, miles de niños. Yo esta tarde noche volveré a poner los zapatos cerca de mis adornos navideños. Aguardaré que nazca un foco de ilusión y que me llene de la misma ilusión que toda mi vida me dio esa noche. Hay cosas que no se olvidan, ilusiones que no cesan y regalos que te dan que aunque monetariamente no supongan nada, generan mayor ilusión que los mejores perfumes, relojes o pantalones que te puedan regalar. Los Viejos Reyes siguen vigentes. Gaspar, Melchor y Baltasar están caminando hacia aquí, ya veremos...

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