miércoles, 10 de julio de 2024

Las Macetas de Teodoro


    Teodoro Moya, un Chisparrero de los auténticos nos ha dejado estos días con 94 años y una vida intensa y de luchas a lo largo de todos sus años desde que naciera en su casa del Castillo de Castellar. Y ya estamos notando su ausencia.

Perseguido por los del régimen anterior y conocedor de los sufrimientos de una época muy difícil de nuestro país, Teodoro nunca dejó de ser libre y vivir con sus principios y sus ansias de demócrata convencido.

Recuerdo de hace bastantes años una anécdota con la que siempre he vivido y también vivió él. Por mis ocupaciones laborales en el Ayuntamiento de Castellar de la Frontera, mi pueblo adoptivo, le hice un pequeño favor a su entonces esposa Catalina que ni recuerdo que fue y que sería algo insignificante a buen seguro. Pero ese detalle nunca lo olvidó ni su esposa ni el.

Con el paso de los años, Catalina falleció y estando yo en mis ocupaciones en San Roque un día aparece Teodoro por mi casa con alguien que le había ayudado a transportar tres macetas enormes "...que eran de mi mujer, que ella quería que fueran para ti y aqui te las traigo porque ella siempre te estuvo muy agradecida...". Eso me marcó dejando patente la nobleza y la humildad de un hombre que siempre había vivido con la honestidad como bandera.

Hace pocas semanas, antes de que se marchara, lo vi por última vez, cruzándome en la misma puerta de la Casa Consistorial de Castellar de la Frontera. Iba con una de sus hijas y al saludarle como siempre me señaló con su mano derecha, mirando a la hija, y le dijo "...este hombre era muy querido por tu madre".

Después de la marcha de su Catalina, con la que estuvo casado tantos años, Teodoro se vino a vivir a San Roque. Me lo crucé en muchas actividades de San Roque porque a el le gustaba de participar en todo cuanto acontecía a su alrededor, como queriéndose agarrarse siempre a los momentos sencillos de la vida. Y así se fue con sus 94 años de cabeza alta, saludos cordiales y el recuerdo de aquellas macetas que aún conservo.

Ahora, se le echará de menos. Desde la Casa de la Memoria con la que colaboró hasta un sin fin de actividades donde siempre participaba como un vecino mas. Ahora, su silueta sobrevuela su Castellar de la Frontera de sus amores, su Castillo, sus hijos y familia y el paso lento de una vida que entregó a los vecinos. Se le extrañará seguro al bueno de Teodoro.

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