La temporada ya ha comenzado aunque acaba de terminar, poco mas o menos. La batalla del fútbol, de la que yo no me termino de curar, es una realidad en todos los hogares españoles, en todas las casas, en todas las familias. Igual que el paro, en ninguna casa falta.
Pero no me deja de sorprender las cantidades astronómicas que se están discutiendo, los importes de los nuevos fichajes, los dineros que se mueven de un lado a otro en esto del mundo del balompié y que, parece, a nadie escandaliza.
En un país como el nuestro, donde este mes ha vuelto a bajar el desempleo aunque aún nos queda por llegar a cifras "razonables", parece una auténtica locura que se estén poniendo sobre la mesa cantidades tan desbordadas y disparatadas por la contratación de un nuevo jugador en tal o cual equipo. Disparate.
Me gusta el fútbol, aunque reconozco que no es una de mis pasiones mas intensas. Disfruto con los partidos y copas ganadas por la selección nacional y me sale una gran sonrisa cada domingo cuando gana mi CD San Roque, pero llegar a las cifras que llegamos en estos tiempos para conseguir nuevos jugadores en el mercado futbolístico es, cuanto menos, muy difícil de digerir, por no decir insultante.
Es mi modesta opinión, aunque en cada casa haya aficionados al fútbol. Como también hay parados.
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