miércoles, 8 de octubre de 2014

Los Miserables

Llegó temprano, ella, al salón de actos donde se celebraba una nueva sesión de la Corporación municipal. Aún faltaban mas de 15 minutos para el inicio de un acto público en el que el ciudadano es libre de participar con su asistencia y con casi todos sus sentidos...

Ella era la pequeña de los hermanos. Sus padres habían trabajado incansablemente desde muy temprana edad hasta construirse su casa casi con sus propias manos. Su padre llegó a estar en el en el sindicato porque se lo habían pedido los del comité de empresa y eso le dio pie a que luego se afiliara al partido. Porque, eso sí, había que estar afiliados al sindicato y al partido.

Con el paso de los años fue prosperando hasta que de los cinco niños, a cuatro logró colocar en distintos sitios porque el partido le echó una mano. Claro que Eugenio tuvo que pegar muchos carteles en las campañas, poner su coche para las caravanas de cierre de campaña y llevar a toda la familia los días de mítines para llenar los locales. Ese era el peaje.

Pero le faltaba la niña, la chica. Ya ha llegado a los 20 años y con novio. Ninguno de los dos tiene trabajo por culpita de la misma crisis y de que el partido está en horas bajas y ahora es mas difícil colocarla.

Sin embargo, a Fany le encanta la política. Su política, claro. Cada vez que ve en la tele a Sánchez, aunque no sepa que dice realmente en el contexto de su discurso, le piropea y le dice que quiere que gane y que quite al que tenemos ahora de presidente del gobierno.

Junto a su compañero de travesía en esta desdicha de no tener trabajo en los alrededores de dos millones de jóvenes parados que tenemos en este país, hacen lo que pueden. Se meten en redes sociales y acusan al primero que se le cruce de lo que sea siempre que el jefe lo sepa y vea que le defiende a capa y espada. Todo sea por un trabajo prometido que aún no ha llegado. Aprietan los dientes cuando escuchan al contrario hablar y defender otras tesis. Aprietan el alma, aunque escuchen barbaridades decir al candidato. Pero es que un puesto prometido es un puesto prometido.

Al final se concluye que son un peligro. Esta gente siguen siendo un peligro para la democracia. Critican a la casta pero son parte de ella. Están dispuestos a repartir el casa a casa y pedir en el boca a boca. Apretarán los dientes para ganar. Como sea, pero ganar.

Aunque lo que realmente están es locos por ganar un puesto de trabajo y están dispuestos, casi, a matar. Forman parte de un sector -afortunadamente mínimo- que tenemos que ir eliminando de nuestra sociedad. Son, sencillamente, unos miserables.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tú también has hecho barbaridades cuando estabas en el Ayto. y has enchufado a muchos. No te hagas el bueno.