La polémica creada en la última semana sobre unos despreciables textos en un autobús de color naranja y con la clara intención de activar una campaña para hacerse oír está dando unos estupendos frutos a sus organizadores y promotores.
Despreciados por lo vomitivo de sus textos y el sinsentido de sus mensajes en una clara actuación con desprecio a gente de esta sociedad de variedades, han logrado ya mas publicidad y propaganda gratuita que cualquier empresa o producto nacional hubiera soñado pagar con una cantidad casi irrisoria en una polémica que no hubiera tenido para costear ni la mismísima Cola-Cola a nivel nacional.
Está claro que han logrado superar con creces sus objetivos de dejarse oír, de ser escuchados por todos. Y por nada del mundo hubieran logrado un presupuesto posible para pagas las horas de titulares de informativos en todas las cadenas de televisión, en la primera página de los diarios, en las emisoras de radio o las columnas de opinión de periodistas y pensadores de todo el país. Increíble.
Claro que el derecho a la información es la defensa de todo y el escudo en el que nos apoyamos para poder opinar y manifestar en una sociedad democrática como la nuestra. Y en eso se escudan los que han querido montar esta genialidad carnavalesca que nada tiene que ver con lo que se canta en el Falla, por ejemplo. El derecho a la información de esta asociación que se ha querido hacer oír y lo ha logrado y el derecho a la información de los medios y periodistas que han hablado del asunto. Y siguen hablando.
Pero el objetivo está logrado. El color de este maldito autobús y su maldito contenido han gastado ríos de tinta. Yo no he puesto aquí su nombre, ni sus mensajes, ni su fotografía. A lo mejor de podría haber hecho así por los medios de comunicación y no darle esa publicidad gratuita que, a la postre, era lo que buscaban los que se querían hacer oír. Objetivo conseguido, dirían, mientras se toman un buen trago.
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