miércoles, 9 de octubre de 2013

Lampedusa, los vellos de punta

La foto -con permiso, maestro- del magnífico foto-periodista Marcos Moreno es un ejemplo de la tragedia que llena de sangre las aguas de nuestros mares. Ahora, hace unos días, Lampedusa. 
Maldito nombre de isla bella en el Mediterraneo que suena ahora, lo mismo que el Estrecho de Gibraltar suena desde hace mas de 20 años por la muerte hecha a golpes de zancadas de agua en la piel tostada por el hambre de cientos de hermanos del otro lado del Estrecho.
Y durante estos años, malditos años, las autoridades de una y otra parte del Estrecho, la misma que crea enormes comitivas oficiales, recepciones y banquetes en sus contactos institucionales, no han hecho sino reprimir, controlar y poco mas por solucionar un problema gravísimo de nuestra era. 
La solución al problema del hambre, a la terrible vida sin horas en el calendario de estos ciudadanos no llega, por mucho que se hable de la prima de riesgo, los tipos de intereses o los salarios de la vieja Europa.
Lampedusa nos suena y mucho. Tristemente nos suena. Nos suena a tragedia, a cara de pobres ciudadanos en busca de una tierra de libertad y de pan. Nos suena a fotos y a textos de Ildefonso Sena y José Luís Roca hace casi un cuarto de siglo. Nos suena a Cruz Roja, desprotegidos, hambre, barcaza, cadáveres y un fecha en una vieja lápida de cemento del antiguo cementerio de Tarifa, donde yacen los primeros que quisieron amarrarse a la libertad. Esos que nadie buscó y nadie reclamó.
Lampedusa, está claro, es el ejemplo del fracaso del hombre como hombre y del ser humano como humano. Es la amargura en la garganta de quienes no tienen para sobrevivir solo su dignidad. Aunque ésta acabe en una bolsa de muerte y una caja con una fecha y, a lo mejor, unas iniciales.

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