lunes, 7 de julio de 2014

La suave brisa de la decencia

(Fotografía Lalineadigital.es)

Caminaban desde temprana hora de la mañana. El tren, aquella añorada Cochinita de siempre intercalaba su horario con el largo de 12 horas que llevaba a la gente a la capital del Reino. Ellas estaban allí, esperando sentadas a que sonara el silbato, que el pito diera la señal de alarma y que rompieran a correr, a gritar como locas, a mostrar la desesperanza de la vida ante la muerte mas terrible de sus hijos que compraban la piedra a las puertas de sus mismas casas. Era allí, en Taraguilla. Mi pueblo también.

Pronto hicieron una manifestación casi descontrolada. Solo el picoleto, con su tricornio de antaño y su capa, vigilaba la esquina para que todo estuviera en la normalidad mas absoluta. Mientras Clemen, Antonia, Luisa, Pepa, Juana y tantas y tantas sin nombre se sumaban a correr de un lado para otro con gritos, con desesperación en sus corazones y con las piernas temblando desde que amanecía hasta que anochecía.

Luego se sumaron Salvador, Pepe, Luís, Antonio... tantos y tantos. Y Micaela, Salvadora, Juana.... hasta Teo venía de El Puerto antes de que fuera alcaldesa de la capital de nuestra provincia.
Y vencieron. Hoy hace 25 años. Los echaron de sus calles y de sus plazas. Llenaron de decencia la libertad de la vida, el sentido de respirar cada día y el ejemplo de la lucha que permanece en una tierra que no para, que camina y donde convirtieron sus pañuelos verdes en armas inmensas que luchaban contra el dolor, los féretros de sus hijos, los camellos, las amenazas... ganaron la batalla. Digo que si la ganaron!!.

Algunos y algunas se fueron ya. Posiblemente buscando a  sus hijos que la droga les robó. Hace un cuarto de siglo, sería por estos días. Yo les seguí de cerca, hablé con ellos, los retraté, escribí sus lágrimas que se supieron beber y les di voz hasta donde mi posibilidad alcanzó.

Hoy, una generación después siguen vivos con su espíritu. Y les dieron premios, metopas y diplomas que no sirven para nada mientras no tengamos unas administraciones que se comprometan mas en la lucha contra esta lacra que tantos sueños les robó.

Mientras, ellos, ellas siguen con su dignidad mas alta. Les cubre la cara la suave brisa de la decencia. Y siguen siendo hermosas...

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