lunes, 12 de octubre de 2009

La tormenta

Manué es un viejo pescador que lleva mucho tiempo en las labores de la mar. Sale muy temprano con su pequeño bote y regresa a media mañana para despachar con el rancho que la cosecha del mar le ha dado.

Un mal día, fue un mal día, la tormenta, sin esperarla ni desearla, le cogió en medio de una bahía que parecía serena. La bravura del incidente llegó sin que pusiera controlar la quilla de su barquita y casi estuvo a punto de perder las redes y las artes con las que alimentaba a su familia. La tormenta fue dura, los vientos se agitaban y las olas casi le cubrieron el interior del pequeño habitáculo con el que intentó remar y remar hasta alcanzar la orilla.


Una vez en tierra firme, este hombre, bonachón y con mas anzuelos clavados en su piel que temporales en el Estrecho, reflexionó y meditó.


Una simple tormenta no iba a tirar por tierra sus enormes ganas de ser el mejor pescador de la bahía, seguir trayendo a casa los mejores pecados y seguir luchando por lo que siempre había sido: un hombre íntegro y leal a sus pensamientos que nunca estuvieron mas allá del horizonte que se vislumbraba desde la mismísima orilla.


A Manué no hay quién lo tumbe. Seguirá por siempre siendo el pescador que conocí hace tantos y tantos años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo malo amigo Ledesma es que este pescador que prometía traer Lubinas, salmonetes y voraces, hace ya mucho tiempo que viene dándonos lisas mojoneras, bogas y mucha morralla.

Poseidón dijo...

Buena parábola Sr. Ledesma, aunque, como siempre, uno desea más que acontece.
Cuando se tiene la piel agujereada por pinchazos de anzuelos, denota que no es muy ducho en manejar las "artes", no obstante a eso, el ser bonachón tampoco le garantiza que las tormentas amainen y que no hagan daño a su ya esquelética embarcación.
La reflexión y la meditación, en caso de temporal, y yo como dios del mar tengo experiencia, solo sirve cuando las circunstancias adversas son de naturaleza endógena, pero no cuando estas tienen carácter exógeno.
Lo de hombre íntegro y leal a sus pensamientos lo oía constantemente en tiempos de dictadura y, le puedo asegurar, que la lealtad y la integridad dejaban mucho que desear.
Nunca se puede decir, a este no hay quien lo tumbe, lo mismo que de este agua no beberé y puede que su Manué, muy castiza su nominación, no me cabe duda, termine bebiéndose toda el agua del Estrecho y sus buenas pescas terminen siendo compradas en el consabido puesto del mercado.
Bueno Sr. Ledesma, sabe que lo aprecio y que le seguiré leyendo pero con la critica oportuna que, espero no le moleste.
En fin, desde la Atlántida más próxima donde el horizonte se confunde y la tefra se apaga, hasta su siguiente.........