El Fontanero

Lleva en política tantos años como su vida tiene, casi. Cuando le dieron el primer biberón ya empezó a pedir el voto y gestionar favores que le dieran el respaldo que nunca tuvo por su gestión que, por cierto, nunca fue nada brillante.

El fontanero del Palacio, como alguien le llamó alguna vez no entendía de hacer bien las cosas en la cosa pública. Su menester era el de arreglar tuberías, taponar conductos, canalizar las aguas negras y limpiar cañerías, poco mas.

Se le subía la presión arterial cada vez que alguien le llevaba la contraria pese a ser confesarse siempre de los rojos, pero en sus venas, en sus tuberías, en las cañerías que usaba a diario no sabía sino ser un dictador de los de mas rancio abolengo.

El fontanero era extremista en sus definiciones, en sus estrategias y en sus conversaciones. O el o nada. Nada le convence que no sea sus propias tesis y a nadie acepta la opinión si la suya no impera. Nadie lo quiere, pero nadie la rechaza. Perdura como la bandera británica en el peñón de Gibraltar después de mas de 300 años, aunque su alma no esté con la conciencia de las cosas bien hechas.

Fontanero de noche, fontanero de día. "Esperanza de futuro, esperanza perdia".

Este cuento es otro cueto mío, de esos que me invento en una mañana temprano cuando la mente se está despierta y recién levantada, tras una noche de plácido sueño. Eso, de plácido sueño. Que no de pesadillas.