viernes, 17 de febrero de 2012

Escuela de Periodistas


El intenso olor a tinta se percibía desde la esquina de las calles Gibraltar con Muñoz Molleda a cualquier hora del día. El trajín de las primeras horas de la mañana, cuando el alba aun no había nacido, era el cargar el periódico, entregar a los repartidores, mandar a los suscriptores... el día a día de un periódico que se hizo hace casi seis décadas. Que surgió de las inquietudes de un grupo entusiasta de periodistas de raza de la época que capitaneaba el emprendedor Antonio Gómez Rubio, maestro y empresario de periodistas del Campo de Gibraltar y de tantos puntos de nuestra geografía que empezaron, empezamos, la vida profesional entre sus paredes.
Empresario superviviente del difícil mundo de las comunicaciones en estos momentos, magnífico conversador y enamorado de su trabajo hasta el último suspiro. Robó miles de horas a su familia para estar siempre "al pié del cañón" y llegar a su hogar casi cuando el periódico se distribuía entre los repartidores.
Con un intenso amor a su familia, a la que me consta que defendió a capa y espada todos los días de su vida nos ofreció a decenas de jóvenes periodistas de la comarca la oportunidad de empezar en la mejor universidad de la vida: un propio periódico, el propio medio del que estás enamorado.
Por circunstancias que hoy no vienen el caso dejé de comprar periódicos-papel hace algunos años. Solo uno nacional y mi "Área", para apoyar la causa, para conocer nuestras cosas y para seguir apostando por una empresa familiar que se resiste a cerrar sus puertas en defensa de
los intereses de nuestra comarca.
Hace unos meses fue la última vez que hablé con el, tomando un café en el Okay. Allí me contó de sus aventuras y desventuras, como siempre. Pero seguía resistiendo, fuerte y robusto pese a sus años y a sus batallas incontables.
Cuando yo empecé a aprender a leer lo hacía con las caligrafías que me mandaba dña. Guillermina, allá en mi primer colegio de Puente Mayorga y con el "Área" que compraba en la librería de "La Madrileña", en la misma esquina en la que, de camino, compraba los tejeringos de Antonio Perales.
Aromas de mi infancia, donde Gómez Rubio tiene mis respetos y mi recuerdo cariñoso, cuando solo hace unas horas que se ha marchado para encontrarse con el que está arriba. Un beso a sus hijos en estos duros momentos y me descubro, maestro.

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