domingo, 9 de septiembre de 2012

El Libro y los Lápices

El despertador, otra vez el despertador. 8 de la mañana, revolear el pijama, a vestirse, lavarse la cara, peinarse y tomar un buen tazón de cola-cao con un enorme bollo que la madre antes había comprado en la panadería del bloque. Temprano, camino del cole, como siempre.
Los amigos, el curso, el miedo en el estómago por aquello del primer día de clase, los nuevos profes, el cara al sol y poco mas. Una noche extraordinaria había precedido al primer día de colegio de todos los niños de mi generación. Y las anteriores y las que vinieron después.
Los libros nuevos que olían a imprenta recién estrenada, los lápices enteritos que con el sacapuntas se agotarían en pocos días, la hora del recreo y el enorme bollo que llevábamos en la maleta grande y el uniforme escolar que nos debía durar todo el curso.
La profesora que nos quiso tanto, el profesor que ya no está, la flauta para dar clases de música y las calzonas para ejercitar la gimnasia donde tres o cuatro ejercicios ocupaban el espacio que nadie quería llenar.
El timbre sonaba fuerte a la hora del medio día y a casa corriendo. Luego era comer mas acelerados para volver al cole a la segunda parte de las clases que se interrumpían por dos horas para alimentarnos.
Así nos hicimos niños, mayores y hombres. Así crecimos una generación que no tenía internet ni casi televisores. Así llegamos a ser padres y nuestros hijos lo serán a la sombra de una escuela pública que deberá mejorar pero que no puede dar pasitos atrás. Ya veremos que pasa.

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